El mantenimiento de los sistemas PCI está viviendo una transformación estructural en España. En lugar de limitarse a tareas programadas o reactivas, las empresas mantenedoras se están viendo cada vez más implicadas en la supervisión continua, la interpretación de datos y la adaptación a nuevos dispositivos que exigen revisiones más completas y documentadas. Esta evolución responde a múltiples factores: la presión normativa, las exigencias de trazabilidad y los avances tecnológicos que permiten una gestión remota, inmediata y eficiente de los sistemas.
Una buena muestra de este cambio es el Estudio de Mercado de la Detección de Incendios 2024 de Tecnifuego, publicado recientemente, que muestra un crecimiento sin precedentes en la implantación de dispositivos visuales de alarma (VAD) y transmisores conectados a CRA. En conjunto, se consolida una tendencia imparable hacia la digitalización del mantenimiento PCI.
Para los mantenedores, conocer las tendencias tecnológicas no es una cuestión teórica, sino una necesidad operativa. Cada nueva tecnología que se implanta modifica las tareas a realizar, los procedimientos de verificación y los perfiles técnicos necesarios. Desde alarmas visuales hasta detectores multisensoriales, pasando por plataformas de supervisión remota, cada innovación implica nuevos retos (y oportunidades) en el día a día del mantenedor.
Además, muchas de estas tecnologías están directamente relacionadas con el cumplimiento normativo. Ignorarlas o no prepararse para su correcta implantación puede suponer incumplimientos en las inspecciones o una pérdida de competitividad frente a otras empresas más adaptadas al nuevo contexto. Conocerlas es, por tanto, clave para prestar un servicio de calidad, seguro y actualizado a 2025.
Hablar de tendencias tecnológicas en PCI es hablar de supervivencia profesional. Las empresas mantenedoras se enfrentan a nuevas exigencias: cumplimiento normativo reforzado (como el RIPCI o el RSCIEI), necesidad de trazabilidad, cobertura inclusiva de las alarmas y optimización de recursos. La tecnología no solo responde a estas demandas: las anticipa.
Los VAD, o dispositivos visuales de alarma, ya no son un extra opcional. Son obligatorios en muchos casos según el RIPCI y el Código Técnico de la Edificación (CTE): entornos con ruido ambiente superior a 60 dB(A), presencia de personas con discapacidad auditiva o simplemente cuando lo exige el diseño del edificio. La norma UNE-EN 54-23 establece los criterios técnicos y de marcado CE necesarios.
Para los mantenedores, esto significa revisar destellos, visibilidad, ubicación y frecuencia según normativa. Además, muchos VAD son dispositivos combinados óptico-acústicos, lo que exige comprobar ambos efectos. De esta manera, la revisión se vuelve más completa y crítica.
Consulta información más detallada en nuestro artículo Dispositivos visuales de alarma (VAD): qué son y cómo impactan en el mantenimiento PCI.
Desde 2021, el uso de transmisores de alarma que comunican directamente con CRA (Centrales Receptoras de Alarmas) o con servicios de mantenimiento se ha disparado. Esta tecnología, regulada por la norma UNE-EN 54-21, es ya común en instalaciones industriales, logísticas y edificios de oficinas.
Cada vez más sistemas PCI están conectados 24/7. Esto significa que los fallos, suciedad en detectores, pérdidas de comunicación o fallos de alimentación pueden notificarse en tiempo real. Para los mantenedores, esto representa un cambio radical: se pasa del mantenimiento periódico al mantenimiento supervisado en continuo. Se amplía la responsabilidad técnica y se requiere control sobre los canales de comunicación (GSM, IP, backup, etc.).
La telegestión permite a los mantenedores acceder al Sistema de Detección y Alarmas de Incendios (SDAI) desde una plataforma online, con acciones como:
El RIPCI contempla la gestión remota como una práctica válida (Anexo II, punto 10), siempre que se garantice que no afecta la eficacia del sistema local y que se realiza por empresa habilitada.
Para las empresas mantenedoras, esto significa menos desplazamientos, mayor capacidad de diagnóstico, trazabilidad digital y preparación para un futuro basado en datos.
Lee nuestro artículo completo sobre telegestión y mantenimiento remoto.
Los sistemas inalámbricos certificados por la norma UNE-EN 54-25 han supuesto un gran avance en el sector PCI. Permiten instalar sistemas de detección contra incendios sin necesidad de cableado, lo que reduce tiempos de ejecución y minimiza la afectación a la infraestructura existente. Esto resulta especialmente útil en edificios históricos donde no es posible abrir rozas, en espacios temporales como ferias o eventos y en ampliaciones de sistemas que requieren una solución rápida, flexible y limpia.
Desde el punto de vista del mantenimiento, estos sistemas también ofrecen ventajas claras:
No obstante, la tecnología inalámbrica introduce nuevos retos. La gestión rigurosa del reemplazo de baterías es fundamental: su vida útil suele estar entre 3 y 5 años, y un olvido puede dejar una zona desprotegida. Además, deben realizarse comprobaciones periódicas del nivel de señal y la integridad del enlace radiofrecuencia, especialmente si ha habido cambios en la distribución del edificio que puedan afectar a la propagación de la señal (nuevas paredes, maquinaria, mobiliario metálico, etc.).
Algunos fabricantes han incorporado redes malladas que permiten que los dispositivos actúen como repetidores entre sí, aumentando la fiabilidad de la comunicación. Esto, unido al autodiagnóstico remoto, facilita la labor del mantenedor, aunque exige formación específica para interpretar correctamente las métricas de señal y planificar la reposición preventiva de baterías o dispositivos.
Los detectores multisensor, que combinan diferentes tecnologías de detección (por ejemplo, sensores de humo y de temperatura, o incluso con monóxido de carbono) son cada vez más habituales en sistemas PCI avanzados. Al analizar varios fenómenos simultáneamente, reducen las falsas alarmas provocadas por partículas no relacionadas con el fuego (polvo, vapor, etc.) y ofrecen una detección más rápida y precisa en condiciones variables. Además, muchos de estos dispositivos permiten programar modos de funcionamiento según el horario (por ejemplo, mayor sensibilidad en horario nocturno), lo que requiere un conocimiento detallado por parte del mantenedor.
Por su parte, los sistemas de detección por aspiración son especialmente útiles en entornos críticos donde se requiere detectar incendios incipientes con antelación: centros de datos, archivos históricos, salas limpias o naves de gran altura. Estos equipos analizan muestras de aire aspiradas a través de una red de tuberías, lo que permite identificar la presencia de humo en fases muy tempranas. Su implantación en España ha ido en aumento en los últimos años, a pesar de su coste más elevado, porque ofrecen un nivel de protección superior en entornos sensibles.
El mantenimiento de estos sistemas es más exigente que el de los detectores puntuales tradicionales:
Estos sistemas requieren personal técnico con formación específica y el uso de equipamiento de diagnóstico especializado. Un mantenimiento deficiente puede comprometer su eficacia, por lo que es recomendable que los mantenedores se apoyen en procedimientos estandarizados y en herramientas de software que faciliten la trazabilidad de las revisiones.
El verdadero salto tecnológico no está solo en conectar dispositivos, sino en aprovechar los datos generados por esos sistemas. Los sistemas actuales permiten recopilar información en tiempo real de cada detector, módulo o central, creando una base de datos histórica que se puede analizar para tomar decisiones proactivas.
Este enfoque de mantenimiento predictivo basado en datos (big data) no solo reduce costes, sino que también incrementa la seguridad y la fiabilidad de los sistemas PCI, minimizando el riesgo de paradas inesperadas y reforzando el cumplimiento normativo.
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